tumbonas, la podemos encontrar a la entrada de una puerta que es la entrada a una cocina- comedor de verano, y al verla dan ganas de enganchar la cadenilla que cuelga y darle unos toques y a tocar.
Una de su dueñas me comenta que cuando estaba su madre con ellas, una vez terminada la comida solía
avisar con un toque continuo y su delicada voz diciendo ¡¡¡ a comerrrrrrrrrrrrrr, a comerrrrrrrrrrr !!!,
desde entonces, desde que la madre se fue sigue callada y muda, algún incauto que no sabe de su significado se atreve a tocarla, y ella misma me dice que aun cuando escucha su sonido espera encontrar a su querida madre detrás de la cortina, esperando a todos para disfrutar l oque amorosamente acaba de preparar.
Mañana mas.
La campana (Cuento clásico de China)
Tras la denuncia de un robo, varios sospechosos fueron
detenidos y sometidos a interrogatorios. Rechazaron unánimemente haberse
involucrado en el caso y se declararon todos inocentes. Como no había pruebas,
ni testigos que pudieran comprobar su culpabilidad, el juez iba a soltarlos
cuando se le ocurrió una buena idea. Les dijo entonces a los detenidos: - Fuera
de la ciudad hay un templo budista famoso por su campana misteriosa. Fue obra
de unos monjes muy inteligentes y es capaz de distinguir la verdad de la falsedad.
Nunca ha fallado. Ahora veo que no tenemos más remedio que acudir a la
sabiduría y la magia de nuestros antepasados para aclarar el caso. Antes de
salir, dispuso secretamente que se adelantara su ayudante para preparar las
campanas. Luego llevó a los presos al recinto sagrado. La campana mágica se
encontraba en la parte posterior de la sala de los Reyes Celestiales. El juez
hizo una reverencia solemne a la campana, tras lo cual ordenó a los presos
ponerse de rodillas para rendirle el máximo respeto. Luego se dirigió a los
presos. - Para comprobar vuestra inocencia no tenéis más que entrar en la sala,
poner la palma de la mano en la campana y decir mentalmente: “Yo no he robado”.
Si realmente es así, la campana se mantendrá silenciosa. Pero si es mentira lo
que decís, se orirá una fuerte resonancia, con lo que atestiguaremos vuestra
culpabilidad. Los presos entraron individualmente para tocar la campana y jurar
inocencia. Dentro de la sala había muy poca luz y no se veía muy bien la
actuación de los detenidos. Al cabo de un buen rato, salió el último preso, sin
que la campana denunciadora sonara ninguna vez. Relajados y evidentemente
satisfechos de la prueba, los presos esperaban que el juez los pusiera en
libertad. Sin embargo, el juez ordenó: ¡Enseñadme las manos! Los presos le
obedecieron sin saber el motivo. Allí comprobó el juez que todos tenían las
manos manchadas de tinta negra, excepto uno que las tenía limpias. El juez lo
señaló, afirmando con tono tajante: - ¡Tú eres el ladrón! ¡Además, me has mentido!
El señalado trató de defenderse con una voz temblorosa: No, señor, no…, no, he
robado nunca. El juez se echó a reír a carcajadas: - A decir verdad, la campana
no sabe distinguir entre la verdad y la falsedad. Pero yo he dispuesto que la
pintaran de tinta negra. Los que tuviesen la conciencia limpia, no tenían por
qué temer, por lo que tranquilamente han puesto las dos manos en la campana
para demostrar su inocencia. Sin embargo, tú, vergonzoso ladrón y mentiroso, no
te has atrevido a tocar la campana por el temor a revelar tu vil condición. Por
eso tienes las manos sin ninguna mancha negra.
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