viernes, 19 de septiembre de 2014

107 de 365 La campana

Ya estamos a mediado de Septiembre, tengo una imagen que me gusto mucho el hacerla y no quiero que se me pase el verano sin compartirla con vosotros, es esta campana, esta en un jardín de verano, junto a una piscina, justo al lado de unas
tumbonas, la podemos encontrar a la entrada de una puerta que es la entrada a una cocina- comedor de verano, y al verla dan ganas de enganchar la cadenilla que cuelga y darle unos toques y a tocar.
Una de su dueñas me comenta que cuando estaba su madre con ellas, una vez terminada la comida solía 
avisar con un toque continuo y su delicada voz diciendo ¡¡¡ a comerrrrrrrrrrrrrr, a comerrrrrrrrrrr !!!,
desde entonces, desde que la madre se fue sigue callada y muda, algún incauto que no sabe de su significado se atreve a tocarla, y ella misma me dice que aun cuando escucha su sonido espera encontrar a su querida madre detrás de la cortina, esperando a todos para disfrutar l oque amorosamente acaba de preparar.
Mañana mas.


                La campana (Cuento clásico de China)

Tras la denuncia de un robo, varios sospechosos fueron detenidos y sometidos a interrogatorios. Rechazaron unánimemente haberse involucrado en el caso y se declararon todos inocentes. Como no había pruebas, ni testigos que pudieran comprobar su culpabilidad, el juez iba a soltarlos cuando se le ocurrió una buena idea. Les dijo entonces a los detenidos: - Fuera de la ciudad hay un templo budista famoso por su campana misteriosa. Fue obra de unos monjes muy inteligentes y es capaz de distinguir la verdad de la falsedad. Nunca ha fallado. Ahora veo que no tenemos más remedio que acudir a la sabiduría y la magia de nuestros antepasados para aclarar el caso. Antes de salir, dispuso secretamente que se adelantara su ayudante para preparar las campanas. Luego llevó a los presos al recinto sagrado. La campana mágica se encontraba en la parte posterior de la sala de los Reyes Celestiales. El juez hizo una reverencia solemne a la campana, tras lo cual ordenó a los presos ponerse de rodillas para rendirle el máximo respeto. Luego se dirigió a los presos. - Para comprobar vuestra inocencia no tenéis más que entrar en la sala, poner la palma de la mano en la campana y decir mentalmente: “Yo no he robado”. Si realmente es así, la campana se mantendrá silenciosa. Pero si es mentira lo que decís, se orirá una fuerte resonancia, con lo que atestiguaremos vuestra culpabilidad. Los presos entraron individualmente para tocar la campana y jurar inocencia. Dentro de la sala había muy poca luz y no se veía muy bien la actuación de los detenidos. Al cabo de un buen rato, salió el último preso, sin que la campana denunciadora sonara ninguna vez. Relajados y evidentemente satisfechos de la prueba, los presos esperaban que el juez los pusiera en libertad. Sin embargo, el juez ordenó: ¡Enseñadme las manos! Los presos le obedecieron sin saber el motivo. Allí comprobó el juez que todos tenían las manos manchadas de tinta negra, excepto uno que las tenía limpias. El juez lo señaló, afirmando con tono tajante: - ¡Tú eres el ladrón! ¡Además, me has mentido! El señalado trató de defenderse con una voz temblorosa: No, señor, no…, no, he robado nunca. El juez se echó a reír a carcajadas: - A decir verdad, la campana no sabe distinguir entre la verdad y la falsedad. Pero yo he dispuesto que la pintaran de tinta negra. Los que tuviesen la conciencia limpia, no tenían por qué temer, por lo que tranquilamente han puesto las dos manos en la campana para demostrar su inocencia. Sin embargo, tú, vergonzoso ladrón y mentiroso, no te has atrevido a tocar la campana por el temor a revelar tu vil condición. Por eso tienes las manos sin ninguna mancha negra.

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