Una entrada nueva, ya casi estamos acabando, pero siempre me sorprenden las imágenes, esta es genial, corresponde a una serie de tres espantapájaros que hay en un cercado en el camino de Belmonte, merece la pena ir a verlos, están echos a conciencia, aqui se ve directamente la mano de alguna mujer mañosa, o algun hombre quizás, que también los hay, no se quien serán los dueños, pero como os digo a mi me alegraron la vista, espero que los sigan manteniendo y por que no cambiando de año en año, para eso estos espanta....., tienen que hacer su misión por la que fueron creados.
Bueno esperando so guste la instantanea y ya sabeis:
Mañana mas.
Parábola: El espantapájaros
Autor: no lo indican
En un lejano pueblo
vivía un labrador muy avaro y era tanta su avaricia que cuando un pájaro comía
un grano de trigo encontrado en el suelo, se ponía furioso y pasaba los días
vigilando que nadie tocara su huerto.
Un día tuvo una idea:
- Ya sé, construiré
un espantapájaros, de este modo, alejaré a los animales de mi huerto.
Cogió tres cañas y
con ellas hizo los brazos y las piernas, luego con paja dio forma al cuerpo,
una calabaza le sirvió de cabeza, dos granos de maíz de ojos, por nariz puso
una zanahoria y la boca fue una hilera de granos de trigo.
Una vez el
espantapájaros estuvo terminado, le colocó unas ropas rotas y feas y de un
golpe seco lo hincó en la tierra. Pero se percató de que le faltaba un corazón
y cogió el mejor fruto del peral, lo metió entre la paja y se fue a su casa.
Allí quedó el
espantapájaros moviéndose al ritmo del viento. Más tarde un gorrión voló
despacio sobre el huerto buscando donde poder encontrar trigo. El
espantapájaros, al verle, quiso ahuyentarle dando gritos, pero el pájaro se
posó en un árbol y dijo:
- Déjame coger trigo
para mis hijos.
- No puedo -contestó
el espantapájaros, pero tanto le dolía ver al pobre gorrión pidiendo comida que
le dijo:
- Puedes coger mis
dientes que son granos de trigo.
El gorrión los cogió
y de alegría besó su frente de calabaza. El espantapájaros quedó sin boca pero
muy satisfecho por su acción.
Una mañana un conejo
entró en el huerto. Cuando se dirigía hacia las zanahorias, el muñeco le vio y
quiso darle miedo, pero el conejo le miró y le dijo:
- Quiero una
zanahoria, tengo hambre.
Tanto le dolía al
espantapájaros ver un conejo hambriento que le ofreció su nariz de zanahoria.
Una vez el conejo se
hubo marchado, quiso cantar de alegría; pero no tenía boca, ni nariz para oler
el perfume de las flores del campo, sin embargo, estaba contento.
Un día apareció un
gallo cantando junto a él.
- Voy a decir a mi
mujer, la gallina, que no ponga más huevos para el dueño de esta huerta, es un
avaro que casi no nos da comida -dijo el gallo.
- Esto no está bien,
yo te daré comida, pero tú no digas nada a tu mujer.
Coge mis ojos que son
granos de maíz.
- Bien -contestó el
gallo-, y se fue agradecido.
Poco más tarde
alguien se acercó a él y dijo:
- Espantapájaros, el
labrador me ha echado de su casa y tengo frío, ¿puedes ayudarme?
- ¿Quien eres?
-preguntó el espantapájaros que no podía verle, pues ya no tenía ojos.
- Soy un vagabundo.
- Coge mi
vestido, es lo único que puedo ofrecerte.
- ¡Oh, gracias,
espantapájaros!
- Pobre -dijo el
espantapájaros-, te doy mi cabeza que es una hermosa calabaza...
Cuando el labrador
fue al huerto y vio al espantapájaros en aquel estado, se enfadó mucho y le
prendió fuego. Sus amigos, al ver cómo ardía, se acercaron y amenazaron al
labrador, pero en aquel momento cayó al suelo algo que pertenecía a aquél
monigote: su corazón de pera. Entonces el hombre riéndose, se lo comió
diciendo:
- ¿Decís que todo os
lo ha dado? Pues esto me lo como yo.
Pero sólo al morderla
notó un cambio en él y les dijo:
- Desde ahora os
acogeré siempre.
Mientras, el
espantapájaros se había convertido en cenizas y el humo llegaba hasta el sol
transformándose en el más brillante de sus rayos.
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