De nuevo dos cumpleaños, por una parte felicitamos a Julia Pacheco, una pedroñera que esta lejos, pero que nos visita regularmente y siempre tiene un trocillo de corazón pensando en el lugar, felicidades Julia.
La otra persona que celebra su onomástica es Emilio Gallego, el panadero al que popularmente conocemos como el bigote, jajajaja, amigo y compañero de la asociación de jubilados y pensionistas "Santa Lucia", a ti Emilio también felicidades.
La entrada de hoy es muy golosa, y tiene una pinta igual que en el escaparate, alucinante, hoy queremos acordarnos de la Justi y su marido, personas que siempre nos atendieron con una sonrisa y que nos hacían muy felices con sus corchos, milhojas y demás exquisiteces que preparaban, ahora lleva el timón la hija Pilar, y fiel a las recetas de los padres, nos sigue ofreciendo la misma calidad, aunque ya con mas moderneces, pero que están igual de buenos.
Gracias Justi y esposo, por habernos dado tantas alegrías a nuestros estómagos, bueno espero os guste y ya sabeis:
Mañana mas.
El cuento del pastelero
Había una vez, el mejor pastelero del pueblo. Un hombre que
sabía convertir aquello que imaginaba (y hasta cosas inimaginables) en
chocolate, nata o lo que quisiera. Tal era su talento que famosos de toda la
región acudían a su casa para pedirle encargos personales. Nadie conocía el
oficio como él, y nadie era capaz de crear pasteles con tanta belleza. Era un
genio.
Pero un buen día, el alcalde del pueblo, tuvo una cita muy
importante: la boda de su hija. Ella se casaba con el hijo del alcalde del
pueblo de al lado y, claro, necesitaba un pastel del mejor pastelero de la
zona. El alcalde estaba nervioso, pues quería que todo saliera a la perfección.
Un evento así lo merecía.
Dicho y hecho, el pastelero se puso a trabajar en una gran
bola de chocolate que significaba el nuevo mundo creado con la unión de las dos
aldeas. Algo Bello. Precioso. Una auténtica obra de arte.
El alcalde estaba contento, pero le faltaba algo y no sabía
el qué.
- ¿Y si en vez de ser un globo perfecto fuera más ovalado?
simbolizaría, además del mundo, un nacimiento.
A priori extrañado, el pastelero, dubitativo, accedió a tal
apreciación. "Tampoco pasará nada, se dijo". Y así el globo se
transformó en huevo.
- Bravo- le dijo el alcalde. Me gusta más que antes, pero...
¿y si el huevo fuera más cilíndrico? simbolizaría, además del mundo y el
nacimiento, el pilar de la nueva sociedad. Sí, me gusta como suena: el pilar.
El pastelero empezaba a estar un poco disgustado porque
notaba que no estaba haciendo su trabajo. Estaba haciendo lo que alguien que no
sabía de pastelería creía que estaba bien.
- No quiero cambiarlo. Ya era difícil que el huevo
manteniera mi idea inicial. La que con mi talento y experiencia puedo asegurar
que era la buena. Hacer un pilar no tiene sentido. ¡Lo destruiría todo!-
expuso, tenso, el pastelero.
- ¿Acaso has olvidado quien te paga por hacer lo que haces?-
escupió el alcalde.
- No se trata de eso alcalde. Se trata de que el experto en
pasteles soy yo, y yo sé como se debe hacer un pastel.- respondió
- En ese caso sabrás que el mejor pastel es el que yo quiero
para la boda de mi hija.- Volvió a soltar el alcalde.
Por respeto a su pueblo y a su gente, por humildad y por
lástima, el pastelero accedió a hacer los cambios. Y otros muchos que vinieron
después. Resignado y dolido. Muy dolido por lo acontecido.
Llegó la boda. Una ceremonia preciosa, un despliegue
envidiable y unos invitados de lujo. Tocaba la guinda del evento: el pastel.
Y salió. Todos lo miraron anonadados, perplejos, mudos. La
enorme felicidad del alcalde se vio violentamente apuñalada por una imagen.
Solo una. Las caras de desagrado y de asco de los comensales al ver el pastel
no le importaron lo más mínimo. Solo una imagen. La de su hija, el día de su
boda, llorando como si fuera el día más triste de su vida.
"El secreto de la genialidad es el de conservar el
espíritu del niño hasta la vejez, lo cual quiere decir nunca perder el
entusiasmo"
Aldous Huxley
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