martes, 2 de diciembre de 2014

181 de 365 El tejado de los botijos

Hoy va de recuerdos, el blog esta llegando a su ecuador y como dije cada vez cuesta mas encontrar motivos para ensalzar o comentar en el blog, necesito salir con urgencia del lugar para poder inspirarme mas, tengo ya la mirada de setero, como si estuviese buscando en vez de setas, imágenes para el blog, jajajaja.
He comentado que va de recuerdos, hoy en especial quiero acordarme de una gran persona, Luciano, para casi todo el mundo conocido como Luciano el del Taray, por lo menos es como lo nombraba yo, tampoco tuve mucha relación con este señor, siempre nos saludábamos pues vivíamos por el mismo rodal, jajajaja, pero cuando lo necesite, allí estaba dispuesto a todo y tanto a mi como a mi grupo de instituto, (el fondo sur, o lo que es lo mismo, Vicenta Monedero, Elisa Catalán, Mª Jose Haro y yo mismo), nos hizo un gran favor, teníamos de proyecto un hotel rural y partimos hacia sus dominios a que nos los dejase fotografiar, y como comente al principio, nos abrió las puertas, nos ayudo, nos indico y sobre todo, el tiempo que pasamos conversando con el, fue dándonos ánimos, comentarios ideas, en fin como dije al principio un gran señor, gracias Luciano por todo y como homenaje a tu persona, me he permitido subir esta imagen que siempre me gusto, yo llamaba a tu edificio, la casa de los botijos, y aquí la dejo en el blog, bueno espero os guste y ya sabeis;
Mañana mas.



















 El barro se ha hecho barro y recipiente,

domador de agua libre

y amigo de la sombra.

El barro se ha hecho aljibe de repente,

botijo, compañero de esta hora,
para aliviar mi sed con tu cascada
fría, cristalina, deseada.
¿Es, botijo, tu agua aquélla oculta
abrazada en los siglos
a las pétreas estatuas de las grutas?
¿Aquélla desatada de los ríos
por valles y llanuras?
Tal vez, mas en tu entraña ahora
de arcilla se convierte en agua humana,
casi en bebida milagrosa
lograda con paciencia y esperanza.
Te recuerdo, botijo, con cariño
aliviando en las tardes del verano
la sed del campesino
tras empuñar la reja del arado.

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