sábado, 21 de junio de 2014

17 de 365, obras en la ciudad

Comienza el verano, es tiempo de "Botijos" y de obras municipales, jajaja.

Una imagen muy típica de estos calurosos veranos que nos tocan vivir en este maravilloso país, un botijo, el que desde tiempos inmemoriales calmo la sed de los que trababan de sol a sol, tanto en los campos como en las aldeas, pueblos o ciudades, antes de que dispusieramos todos de estas maquinas que nos hacen los líquidos tan fresquitos, jajajaja.
ahora solo lo vemos donde es imposible conectar estos aparatos del frescor, uno de los casos mas inusuales que como bien me comento mi amigo Julio, en el viaje a Segovia, es la manía que tienen los ediles de las ciudades patrimonio de la humanidad o lugares con un encanto especial, en las que hay muchos visitantes, es comenzar obras en estas épocas de máxima concentración de visitantes, o quizás siempre hay ese mismo numero de personas que vienen a este lugar, hacer  la circulación de los miles de turistas que las visitan mas agobiante y estrecha, jajajaj, en verdad esta obra en concreto, estaba justo antes de llegar al Alcázar desde la catedral, el hormiguero de personas que hacíamos ese recorrido, al llegar a este punto debíamos esperar turno para poder cruzar, era tan estrecho que primero venían unas pocas personas para el Alcázar, automáticamente se paraba la fila y entonces eran los que volvían al centro los que pasaban, así sucesivamente, con mucho orden y educación, jajajaj, sin policías, sin nadie, simplemente la abnegación de que todos eramos simplemente turistas, personas que no nos importaba mucho el tiempo de espera, mañana ya no estaríamos en esa ciudad, esa era mi reflexión.



                                 El botijo

Te canto a ti, que el agua cristalina

sabes frigorizar sin pompa vana,

expuesto en el balcón o en la ventana
a los besos del aura vespertina.

Cuando mi boca en ti, bello cacharro,
busca ardorosa el abundante chorro
y con mis manos cálidas te agarro,

siempre encuentro, propicio a mi socorro,
el caudal que refrescas en tu barro
y que brota sutil por tu pitorro.

Soneto que aparece en la zarzuela Agua, azucarillos y aguardiente, cuyo libreto escribió Miguel Ramos Carrión.

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