Entrada algo particular, jajajaja, corresponde a el descanso de un almuerzo complicado, rotura de maquina y ademas de almorzar antes de la hora sobre una hora antes, tardan mucho en hacer el arreglo y pasamos mas de hora y media al sol, jajajajaj, se estaba bien, el hielo tan grande que había estaba a punto del deshacerse, pero aunque calentaba el sol, no era cuestión de desabrigarse, no hacia mucha calor.
Con mi móvil haciendo pruebas quise que mi compañero Yassin, me hiciese una foto como si sostuviese el sol y nada o me sacaba a un lado, o la cabeza delante del sol, que conforme la tengo lo anulaba del todo al mismo sol, jajajaja, el caso es que le pedí posara para decirle como quería la foto y aquí esta el resultado, parece el mismísimo ET, en fin me gusto la imagen y por eso quiero que sea una de las 365, espero os guste también a vosotros y ya sabeis:
Mañana mas.
EL EXTRATERRESTRE
A noche, cuando llegó el extraterrestre, todos dormían en
casa. No, no era como Alf. Ni como ET. ¡Uy, tampoco como Alien! No era ningún bicho
de la tele ni del cine. Era un chico muy, pero muy rubio, flaquito y brillante.
Fue justo cuando me asomé a ver por qué aullaba tanto
Sereno, que es el perro ovejero, y ahí, en el pastito, cerca del campo de
batatas, estaba el plato volador. Bah, digo yo que seria un plato volador,
porque más me pareció a mí una lenteja gigante.
Bajé las escaleras en silencio, con las botitas de paño, en
camisón, y salí a ver quién era. De paso acaricié a Sereno, que dejó de aullar.
Entonces vi al extraterrestre, que caminaba por el senderito
hecho de tanto ir y venir a la quinta.
-Hola -me dijo (hablaba).
-Hola. ¿De dónde venís? -, le pregunté yo, toda emocionada
(no todos los días llegan visitas a la chacra y mucho, mucho menos
extraterrestres).
-Tengo sed. ¿Tenés agua? -, dijo él.
Caminamos uno junto al otro y fue una cosa rara, porque él a
mi lado parecía mi sombra, pero brillante. Como si yo en realidad fuese la sombra
de él. Lo lleve hasta la bomba vieja, que da el agua más rica, y bombeé un rato
porque el extraterrestre bebió un montón.
-¿Sabes? ¡En ningún lado el agua es tan rica como aquí!
-dijo.
-¿Cómo te llamás? -contesté, sabiendo que él no me
respondería.
Se sentó en el tronco junto a la bomba, donde todos nos
sentábamos, y yo a su lado. Miró las estrellas, con una sonrisa. No sé, yo veía
que miraba hacia arriba y al mismo tiempo sentía que me miraba a mí. Alzó una
mano hacia el cielo. Y se cayó una estrella (meteoro, dice mi mamá).
Pero esta se cayó hacia nosotros, siempre chiquita, y llegó
a la mano, al dedo del extraterrestre. Era como una monedita muy, muy
brillante.
Pero no daba luz. Solamente brillaba, sin luz. Qué se yo
cómo. Tendrían que verla. El extraterrestre tomó mi mano, y en el medio de mi
palma dejó la estrellita. Me quemó, pero sin dolor. Dije "ay"
despacito, y alcé la vista. Él se iba. Saludó con la mano. Yo también.
La lenteja voladora subió y subió y de pronto me perdí entre
tantas estrellas, que ya no sabía cuál era él. Cada vez que beso mi mano, me quema los labios. Sin dolor. Tan, tan dulcemente.
Yo sé que un día él volverá. Y sé que va a encontrarme por
la estrellita que se pegó a mi mano. Y que brilla, pero sin luz. Y que quema
tan lindo cuando uno la besa.
Mi amigo, el extraterreste.
Jorge Claudio Morhain
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