Estamos a mediados de la cuesta de enero, tenemos un montón de problemas para subirla, cada vez esto se pone peor, no se donde llegaremos, si es que llegamos a algún lugar, y no es porque estas navidades nos hayamos pasado en gastos , no eso otros años era lo habitual, nos volvíamos locos en las navidades, el Papa Noel, las cenas, los reyes, en fin toda esa parafernalia que a todos tanto nos gusta, pero no este año no ha sido así, no hay, no tenemos, donde están los cuartos, yo por mi parte no los veo, en fin nada mejor que dedicarle esta entrada de hoy a mi asesora financiera especial, hoy esta dedicado a Lola que custodia mi exiguo patrimonio y que debo alargar hasta mi entera jubilación, la buena de Lola, la paciente, atenta, avispada y perspicaz de Lola, me ayuda mucho en mis visitas a la caja, siempre dispuesta, así que hoy por que quiero y me da la gana va dedicado a vos, recuerda cuando te hice la instantanea, jajaja, las miradas de las personas que había en tu oficina, jajajaja, pero tu tan formal, sonreíste y no paso nada mas, gracias Lola por tu ayuda y ojala te pueda dar mas trabajo del que actualmente te doy, pero la cosa esta muy mal, bueno espero os guste y ya sabeis:
Mañana mas.
La chica de la oficina bancaria
Lorena es comercial en una entidad financiera. Tiene un buen
trabajo, razonablemente bien remunerado y con expectativas de proyección
profesional. Además, le encanta manejar el dinero de otros y sentir que ayuda a
los demás, que la gente confía en ella aunque ya no crean en el sistema.
Lorena, en realidad, no sabe -o no quiere saber- que la
fiesta de la comunión de su hijo Carlos con miles de confetis en el jardín la
han pagado algunos vecinos desahuciados que tramitaron hipotecas en la
sucursal.
Lorena cruza la calle embutada en una falda estrecha y unos
tacones altos mientras piensa en las cuotas de un colegio privado -.católico-
donde sus hijos estudian. Mientras desayuna piensa cómo cubrir los objetivos y
percibir los incentivos semestrales con los que hacer frente a las dichas
cuotas. Planes de pensiones, fondos de inversión, seguros de vida… Mientras
diseña la estrategia y los clientes a los que tiene que telefonear lee en el
periódico noticias de un ERE en su entidad. Ya se sabe, en ocasiones la
frontera que delimita la felicidad del abismo es tan fina como la servilleta de
papel con manchas de carmín en la que se ha limpiado los labios.
Autor: Javier Solé
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