sábado, 7 de marzo de 2015

276 de 365 El dulzainero

Cumpleaños de Nat, mi Nat, la Nat, hoy ya cumple un año mas, ya va esto, cuando te des cuenta llegas a la mayoría de edad, bueno esperando localices esta mi felicitación, solo eso felicitarte y decirte que adelante que eres la mejor, jajajaja.
Hoy la entrada es de un dulzainero, algo que siempre me ha llamado mucho la atención, hay instrumentos que llaman al baile, pero el que se lleva la palma y el premio es la dulzaina, vaya sonido nos deja, ya digo un no saber parar mientras se escucha su sonar, por lo menos es lo que me sucede a mi, siempre soñé que algún día si pudiese, me apuntaría a unas clases de este instrumento y así poder alegrar las fiestas en el lugar, pero como todo, si de joven no haces esas cosas de viejuno cuesta el doble y mitad, como dice mi chica siempre: "El que no corre de joven, de viejo vuela", jajajaja.

Pues eso ni volando creo que aprendería yo a tocar, bueno espero so guste y ya  sabeis :

Mañana mas.




















La confesión del dulzainero

Como dulzainero, yendo yo a tocar a las funciones de los pueblos, fui un día a una a un pueblo donde era costumbre de ir a confesar todos los invitados de la boda. Al tocarme a mí por turno, me arrimé al confesonario y me dice el cura:
-¿Has hecho examen de conciencia?
-No, señor.
-Pues vamos a ver, por los mandamientos. El primero: amar a Dios sobre todas las cosas. ¿De dónde eres, chiquito?
-De Peñafiel, para servirle a usted.
-Hombre, pues yo conozco a muchos de Peñafiel. Pero vamos a ver, el segundo: no jures su santo nombre en vano. Pues ¿de quién eres tú de Peñafiel?
-Pues de mi padre, del tío Mundaco.
-Vamos a ver, hijo, dejar ahora estas cosas, que no estamos para gastar tiempo, que van a tocar a misa. El tercero: santificar las fiestas. ¿Pues con quién estaba casao tu padre?
-Con mi madre, con la tía Mundaca.
-Vamos a ver, hijo, no venimos a averiguar biografías de ningún género. El cuarto: honrar padre y madre. ¿Pos no se murió ya tu abuelo?
-Sí, señor.
-Pues Dios le haya perdonao, hombre. Vamos a ver, el quin­to, no matar. Pues ¿se quedaría viuda tu abuela?
-Sí, señor -dije yo.
Entró en ese momento un chico:
-¡Señor cura, venga usted a dar la Santa Unción a mi abuela que se está muriendo!
Y yo, viendo que no había hecho la confesión, no quise ir a comulgar.


Cuento popular castellano

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