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Un pregón de “corazón, razón y experiencia”. Ése es el regalo que ha otorgado el pregonero de la Semana Santa de Cuenca de 2013, José Javier Muñoz, a los asistentes al acto oficial del Pregón, que ha tenido lugar esta tarde en la antigua iglesia de San Miguel. Adornado de un juego de luces y música que ha acompañado en todo momento la disertación de Muñoz, el actual párroco de Las Pedroñeras y ex consiliario de la Junta de Cofradías ha ido haciendo un repaso de su vida personal y de la propia Semana Santa entremezclado con sus convicciones y con una serie de consejos a los nazarenos que ha hecho recordar sus alocuciones en las juntas generales de la Junta de Cofradías y han convertido su pregón en cercano y sencillo
La sencillez del pregonero ya la anunciaba la presentadora del acto, la periodista Águeda Lucas, en su introducción y ha sido también uno de los rasgos principales del pregón. Argumentos desnudos y sin artificio para exponer una serie de recomendaciones hacia la Semana Santa que el pregonero, el “pater” como los amigos suelen llamarle, tanto ama. Y con qué mejor hilo conductor que la mirada de Cristo, esa mirada que cada día, en cada Semana Santa, dirige a los nazarenos de Cuenca y que esta noche ha sido la del Santísimo Ecce-Homo de San Miguel, presente como siempre desde hace ya muchos años en el altar de la antigua iglesia para alentar al pregonero.
Música para calentar el corazón
Pero antes de que José Javier Muñoz hablara por boca nazarena desde el altar de San Miguel, era la música un año más la que se adueñaba de la antigua iglesia para abrir los corazones del público asistente y dejarlo preparado para el Pregón. A las siete y media de la tarde se abrían las puertas del templo, cuando aguardaba ya en la calle una pequeña multitud esperando para acceder en rigurosa y ordenada fila. Un año más se ha cubierto prácticamente el aforo de San Miguel, en el que por segundo año consecutivo se ha ganado un centenar de asientos adicionales merced a la apertura de la planta superior de la iglesia y en la que, a fin de que todos los asistentes pudieran contemplar bien el acto, la Junta de Cofradías ha instalado dos pantallas gigantes en las zonas de visibilidad reducida.
Nadie ha querido perderse el que es, cada Viernes de Dolores (y de visita a Las Angustias), el acto que abre la Semana Santa. Así, acompañando al pregonero han estado la Comisión Ejecutiva de la Junta de Cofradías encabezada por su presidente, buena parte de la Junta de Diputación y todas las autoridades eclesiásticas, civiles y militares de la ciudad. Junto al nervioso pregonero, en la primera fila, el responsable de comunicación del Obispado (ex vicario general de la Diócesis) y buen amigo, Antonio Fernández, quien sin duda ha querido con su presencia darle aliento.
“La Palabra se hizo Cuenca y habitó entre nosotros” arrancaba la periodista Águeda Lucas su hermosa y muy acertada presentación, parafraseando a San Juan en su Evangelio, y hablaba después de la necesidad de los niños en la Semana Santa de Cuenca por ser su futuro, a modo de introducción de la Escolanía “Nuestra Señora de la Soledad de San Agustín”, dirigida por Juan Pablo de Haro y cuyos niños aguardaban ya impacientes el comienzo de su actuación entre bambalinas. Han interpretado este año Total pulchra es Maria, el Ave María de Kodaly (acompañada por la dulzura de una guitarra española que parecía mermar el dolor del Señor de San Miguel y hacerle sonreír con la oración hecha voz blanca) y Oh Lord, whose mercies numberless: Oratorio de Saul, con la que el público prorrumpía en un caluroso aplauso ante la calidad vocal de este grupo de niños y niñas que, sin ser profesionales, han logrado cantar con solvencia a tres voces obras de gran envergadura, fruto del trabajo constante de su director.
Con el Coro del Conservatorio, serio e impecable como siempre y bien dirigido por Pedro Pablo Morante, el acto del pregón se trasladaba virtualmente frente a los Oblatos, y no solo en el mágico momento del Stabat Mater que precede al conquense Miserere. Laudate Dominum, de Morante Calleja, abría la actuación del Coro mientras, en su asiento y rodeado de amigos, el pregonero escuchaba atento y nervioso. El “amén” con que acababa la composición hacía volver con fuerza al aplauso y crecer la emoción, que se encarrilaba ya hacia las altas cotas que alcanzaría en el transcurso de la noche con el Judas, mercator pessimus de Tomás Luis de Vitoria. Si durante esta interpretación imaginaban los asistentes al Beso de Judas, sus treinta monedas de plata al frente del anda, por Alfonso VIII a paso alegre hacia la anteplaza y con las primeras estrofas del Stabat Mater se detenían, horquillas mudas, los banceros de la Madre frente a San Felipe Neri, con el Miserere se movían labios y se apartaban lágrimas emocionadas a golpe de pestañeo demostrando que, si el Miserere fuera de algún sitio… ese sitio es Cuenca.
El aplauso y los “bravos” al Coro y el posterior a la Banda de Música de Cuenca traspasarían muros y moverían montañas. Los de Juan Carlos Aguilar Arias, siempre impresionantes en su interpretación, se han empleado esta noche a fondo. Comenzaban su actuación con un guiño al XXX aniversario de la muerte de Marco Pérez interpretando la marcha fúnebre que le dedicó Alfonso Cabañas. Y ha sido de tal belleza, que allá donde esté el imaginero a buen seguro que esta noche se ha sentido orgulloso de la Banda de Música de Cuenca. Con el Ecce-Homo de José López Calvo han llegado la emoción y la sorpresa, pues la voz de Herminio Carrillo, su buen amigo, ha podido escucharse en el altar de San Miguel y el Señor, al fondo, parecía imaginarse escuchándola al llegar a la Trinidad y ponía su expresión de madera la piel de gallina. Con la mano seguía el compás el pregonero. Muñoz disfrutaba de la actuación pensativo, como si aún le inspirara la Banda antes de subir al escenario, y los presentes veían bailar al Huerto del Miércoles bajo los arcos del Ayuntamiento y alcanzar al del Jueves la Trinidad en noche cerrada cuajada de estrellas con la Oración del Huerto que rezó haciendo música Agripino Lozano. Y con San Juan, broche de oro de la primera parte del acto como cada año, subiendo el Bautista hacia su final en El Salvador en la mente de algunos y desfilando palma al viento el Evangelista en la de otros, la Banda de Música de Cuenca volvió a demostrar dos cosas: que interpretan como nadie una marcha de procesión y que se puede desfilar un Viernes de Dolores sin salir de San Miguel, usando sólo el corazón.
Un pregón comprometido
“Soy indigno”. Con estas palabras ha inaugurado José Javier Muñoz su pregón de esta Semana Santa de 2013, igual que hiciera ya en el momento de su presentación ante los nazarenos conquenses, allá por el lejano mes de enero. En la primera parte de su pregón, el sacerdote ha recordado cómo fue el proceso de proposición como candidato y de elección, las veces que se negó a ser candidato siquiera y cómo al final el compromiso con tantos nazarenos ha sido el que le ha llevado a pronunciarse desde el altar de San Miguel.
En una semi penumbra en la que el foco principal estaba en el Santísimo Ecce-Homo (a quien ha ido dedicado y dirigido todo el pregón) y con una suave música de fondo que no ha dejado de sonar en toda su intervención, Muñoz ha declarado que la intención de su pregón no era otra que lograr que los asistentes “se acerquen más a Dios y crean en Él porque sin Él no somos nada”. Ha tenido en su pregón palabras de agradecimiento para todos los que trabajan por la Semana Santa empezando por la Junta de Cofradías, para las familias de los responsables nazarenos por ser las grandes damnificadas, para las mujeres de quienes ha alabado su papel en la Pasión y ha deseado que siga creciendo y enriqueciéndose en contenido y presencia nazarena. Ha recordado decenas de momentos vividos y ha tenido palabras también de memoria para muchas personas concretas que son parte de la Semana Santa de Cuenca, en un pregón perlado de datos históricos e hilvanado a partir de vivencias particulares que se abrían para dar paso a consejos y de notas filosóficas de autores de todas las confesiones y todas las épocas.
Ha llamado el pater a no dejar de rezar y a llevar una vida espiritual fuerte porque “cuanto mejores personas seáis, más aportaréis a la Semana Santa”. Ha invitado a la unidad de la Junta de Cofradías y de las hermadades porque, parafraseando al Evangelio de San Marcos “una Junta de Cofradías dividida no puede subsistir y una hermandad tampoco”. Ha exhortado a los nazarenos a cambiar de mentalidad y a trabajar por encontrar nuevas vías de financiación para la Junta de Cofradías que rompan la dependencia económica de las instituciones. Y ha llamado a las cofradías a colaborar más activamente en la vida de las parroquias para recordar que la Semana Santa “hermano, no es tuya, es de Dios. Pero te quiere tanto que la ha puesto en tus manos para que la cuides, la mimes, la protejas y la embellezcas”.
Sin resistirse a cantar la belleza de las procesiones propiamente dichas, el de Muñoz ha sido un canto lleno de catequesis nazarena y de enseñanza. La alegría del Hosanna le ha servido para pedir más sentido del amor y del humor en la Semana Santa, dos pilares que rigen desde siempre su vida. Acompañando por calles oscuras al Santísimo Cristo de la Vera Cruz ha pedido al nazareno hacer penitencia porque “la Semana Santa es penitencia y oración”. Y tras la penitencia, el Perdón, Martes Santo que le ha valido al pregonero para recordar que la misericordia y el perdón de Dios son eternos. Miércoles Santo de Silencio para meditar sobre el perdón, sobre el amor, sobre la Semana Santa. Jueves Santo para volver a meditar en la calle y a plena luz del día sobre la idea de la paz que turba solo el pecado y, sobre todo, sobre la idea de la caridad nazarena ahora que la sociedad tanto la necesita. No en vano el pregonero ha llamado a luchar contra la corrupción y ha invitado a los nazarenos a ser claros y limpios de corazón.
A través de las palabras y enseñanzas de Muñoz se hacía virtualmente madrugada de Viernes Santo en Cuenca para descubrir que Cristo nos sigue amando y perdonando. Solo cesa la mirada del Señor sobre Cuenca en el Entierro y se volvía a hacer la noche en San Miguel para, después de dar el pésame a la madre, encontrar al ángel que anuncia la Resurrección igual que hace dos mil años la anunciara a las santas mujeres. Se llenaba entonces de palomas San Miguel para que acabara el pregón como empezó, la Semana Santa como empieza. Con alegría. “Hermano nazareno no te olvides de su mirada: mira cómo te mira el amado, el nazareno, el negado, el amarrado, el crucificado, el resucitado” encomendaba Muñoz. Y a fe que desde este año a ningún nazareno de Cuenca se le olvidará la mirada atenta del Señor de San Miguel. Y es que “nazareno de Cuenca, te pido que sueñes y alcances tus sueños en el Señor, porque sin él no somos nada” concluía Muñoz. Y sonaba, en ese momento y para sorpresa de todos, la canción Sin ti no soy nada del grupo zaragozano Amaral, acompañada por un montaje de video en el que se mezclaban imágenes de la Pasión con otras más personales de la vida del pregonero.
La Semana Santa de la fe quedaba abierta. San Andrés aguarda, expectante, la llamada del hermano nazareno.