Indagando sobre este sacerdote, descubri unas reflexiones que merecen la pena dedicarles un hueco en el blog.
-Si una persona no ha vivido nunca la experiencia de creer en
Dios, no puede sospechar qué significa creer en Él. Incluso los que nos
sentimos creyentes a veces no valoramos todo lo que encierra entender y vivir
la vida desde la fe en Dios. Aunque sea de una forma sencilla, voy a tratar de
recordarlo.
1/ Creer en Dios significa sentir que este mundo que me
rodea y en el que vivo no es algo cerrado, sin profundidad ni misterio alguno,
algo que se termina en sí mismo. Esto es sólo el “punto de partida”. La Vida es
más que esta vida. Este mundo, tal como lo conozco hoy, lleno de problemas,
conflictos y sufrimientos, no es nuestro destino último.
2/ Creer en Dios significa sentir la vida como un regalo que
me viene de una fuente que es Amor y sólo Amor. Poder vivir esta vida que
siento dentro de mí y de los demás como un proceso misterioso que nos está
conduciendo a una plenitud de libertad, gozo y descanso final. No vivimos solos
y perdidos. No estamos en manos del destino o la fatalidad. La vida está dirigida
por un Dios, que es Padre.
3/ Creer en Dios significa sentir con otra hondura mi propia
dignidad. No soy solo un conjunto de células que dentro de muy poco se
disolverá. Alguien ha pensado en mí. Alguien busca mi bien. Me siento sostenido
y estimulado por Dios para hacer mi recorrido por este mundo con la esperanza y
dignidad propias de un hijo de Dios.
4/ Creer en Dios significa reconocer esa misma dignidad de
hijos e hijas de Dios en todos los hombres y mujeres. Todos son amigos, todos
son hermanos míos. También esas gentes que mueren de hambre, miseria y
desnutrición en los países últimos de la Tierra. No somos solos miembros de la
especie humana. Somos hermanas y hermanos. Formamos una sola familia, por que
tenemos un mismo Dios Padre.
5/ Creer en Dios significa que no puedo vivir de manera
aislada, desentendiéndose de los demás. No podré hacer grandes cosas, pero sé,
que, desde mi pequeñez, he de contribuir a una vida más humana, más digna y
dichosa para todos, empezando por los últimos, los más solos y desvalidos, los
más indefensos y maltratados por la vida o las injusticias.
6/ Creer en Dios significa creer que el mal, la injusticia y
la muerte no tienen la última palabra. Un día, todo lo que aquí no ha podido
ser, lo que ha quedado a medias, nuestros anhelos más grandes, nuestros deseos
más profundos, alcanzarán en Dios su plena realización.
No es lo mismo creer en Dios que no creer. Tú eres quien
tienes que elegir cómo quieres vivir y morir. Si permaneces indiferente sin
elegir nada ya está eligiendo. Has elegido no elegir. Probablemente es la
elección más pobre y desacertada.
Siempre me ha impresionado esa postura noble del gran
científico ateo Jean Rostand. A él le gustaba repetir a sus amigos cristianos:
“Vosotros tenéis la suerte de creer”. Y, cuando planteaba la cuestión de la fe,
solía afirmar: “De lo que estoy seguro es de que me gustaría que Dios
existiera”. Creo que son palabras que hacen pensar.
Para todo esto necesitamos de la oración y de la celebración
de la Eucaristía. Porque es vivir con la mejor compañía que puede tener una
persona. Es vivir conociendo la paz, la seguridad y la confianza que sólo puede
brotar de Dios.
¡No olvidemos que Dios, seamos conscientes o no, está
siempre cerca de cada uno de nosotros!
Sevilla, 24/Noviembre/2008/
¡Adelante!
Vuestro hermano: Francisco de Paula Piñero y Piñero, SS. CC.
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